sábado, 11 de diciembre de 2010

Si te llamo ilusión

Comenzar con una frase de lo más simple “se conocían solo en sueños”…


     Romántico, la verdad, pero incierto si trato de recrear la historia.
     Nunca te sentí en sueños y en mi normalidad jamás creí encuadrarte, pese a que ambos jugábamos a regalarnos complicidad. Diferentes en forma de ser y prácticamente incompatibles _la soledad nunca repartía reciprocidad_ te recuerdo solo, con tu innegable libertad y compañía, o mal acompañada en mi caso.
     De un encuentro, ya no forzado, pero mucho menos fortuito, las cosas cambian de lugar, los sentimientos se disparan y una palabra mal ajustada en un momento de debilidad hace sentir, aflorar un cúmulo de rarezas no propias de dos, un beso quizás, una insinuación poco menos que inocente… segundos, no basta de más de un instante para tener que afrontar la sutil diferencia entre ser amigos o cruzar ese límite que difícilmente se pueda recomponer.
     Lo reconozco, jamás te soñé, en cambio sí pasaste a formar parte de ciertos momentos, indiscutiblemente tuyos y míos, pero jamás logramos hablar de “nosotros” disparidad de opiniones, quizás.
      Cuando tú hablas de distancia, me cohíbo, cuando yo hablo de proyectos te acobardas… con el tiempo los roles se transforman la distancia ya no premia mis inquietudes y el mañana no dista tanto de hoy para impedirte que avances. Menos miedo al compromiso y más cofianza respectivamente, el tiempo, trata de eso.
      Pero,  seguimos sin hablar de “nosotros” pero de una manera algo personal hemos marcado nuestros pasos, nuestro ritmo y sobre sentimientos comprendí, simplemente surgen.
      No hablo de nosotros, simplemente trato de serlo.
      Creo que las personas rompen esa timidez con la otra parte en cuestión cuando hay algo de esa que lo delata, una mirada, una sonrisa, las cosas van teniendo una mayor pizca de ilusión y a la tontería se le adquiere nombre propio _amor_  querer estar con esa persona porque sí, o por muchas razones innecesariamente innumerables. Pero en base a las experiencias una entiende que la ilusión pese al esfuerzo acaba por convertirse en cariño, en respeto, en confianza, las decisiones duras, los momentos malos, la dejadez de muchos reproches en el tintero hacen que la relación por momentos quiebre, inseguridad, confusión… las cosas cambian, pero cómo no hacerlo si uno mismo cambia. Madurez es un término más complicado, implica entre muchas otras cuestiones, saber llevar ese vaivén de altibajos juntos.
      La ilusión como un dicho “va y viene” aparece en los momentos más insignificantes, cuando la otra persona sonríe y te hace partícipe de ese instante. Indudablemente los momentos malos pesan más, afloran más y dejan mayor huella, pero por suerte, si cojeo cuento con esa otra persona para salir adelante y cuando ya pareciera no poder, todo lo malo se transforma, siempre lo hace, me inculcaron sacar de cada cosa mala lo bueno, de pronto sonríes y ya el momento no parece tan áspero, la ilusión se disfraza de ganas y avanzo.
     Pudiera adjudicarle calificativos a esa otra persona que comparte mis sonrisas, pero por irónico que sea, la mayoria de veces exteriorizo sólo lo malo, tal vez un toque de atención sirva para comprender que nunca está demás sonreír ,sobretodo si esa otra parte es culpable de esa sonrisa.
     Ya sabes, a mal tiempo buena cara.

    Cada sueño, cada momento malo o bueno, muestra una parte de uno y del otro por conocer, “se conocen en sueños” porque a su manera así han decidido vivirlo.
     Si te marchas ilusión, no tades en volver.

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