domingo, 16 de agosto de 2009

La vida cambia…


Los días pasan y mientras tus pies ansiosos deciden pausar su sed con su andar apresurado, observas anonadado como el mundo se te detiene. Inevitablemente contemplas como aquellos senderos que antes cotidianamente recorrías se te hacen estrechos, la rutina diaria se vuelve cansina, tu aliento se entrecorta y por momentos sientes tocar el horizonte con tus manos y temes a que esa fragilidad que envuelve los pequeños momentos nunca más adquieran grandeza y por miedo, cobardía e incluso por simple indiferencia, te quedas quieto, no fuera a ser que cualquier movimiento haga trizas tus sueños.

Prefieres creer que aquel horizonte que apenas dista de ti no se halle tan cerca, te forjas tus ilusiones, engañando a esa parte de ti que antes soñaba con aferrarse a lo imposible, conquistar lo osado y luchar por todo aquello que en su irrealidad anhelaste, y todo para qué.

De pronto, comprendes que la vida cambia… que vas cumpliendo tus expectativas y vas llegando al límite de tu rumbo, te aferras vigorosamente al timón por miedo a adentrarte a aguas turbulentas, la vida cambia, tus metas difieren, creces… y aún sigues temiendo?

No creo que el miedo sea mi peor enemigo, ni que el llanto agote mi sonrisa, he aprendido a reír por cada vez que mi llanto me embarga, a levantarme cuando caigo, a sanar mis heridas, a aprender de mis errores y a no dejarme vencer por mis dudas.

No he perdido la ilusión, de alguna manera esa niñez que siempre me ha caracterizado va de manos conmigo, _ojalá nunca me falte_


Además, hay otras muchas cosas que cambian, pero que no transcienden tanto.

Y no paras de escuchar que: ya no eres una niña. Lo pienso y tras meditarlo me doy cuenta de lo real y frívolas que son esas palabras. Pero sí, ya no lo soy. He vivido veintidós años de mi vida, y aún apenas siento haber bajado de la cuna.

Han pasado mucha gente por mi vida, gente que ya no está, por uno u otro motivo muchos han decidido bajar de mi tren, y no les reprocho, la mayoría de ellos han dejado huella en mi, me han enseñado lo que significa un adiós, aunque nunca haya sido capaz de aprender su significado, o puede que me niegue a ello, mucha gente ha significado tanto para mi, que por entonces creyera que desvivirme por esas personas era lo menos que pudiera hacer, con el tiempo descubres que ese lazo va rompiéndose, quizás por dejadez y eso aterra.

Y estúpidamente cierro los ojos… buscando la absurda manera de evitar que mi vida cambie, sin pensar que me privo de evolucionar, pero hay veces que tan solo quisiera que de repente, pasasen diez años y todo siga siendo igual, la misma gente, los mismos sitios, pero por suerte abro los ojos y entiendo que si ello pasase no sentiría lo que hoy siento, ni pudiera alardear de lo que anhelo, de lo que debiera o no hacer… si cerrase los ojos y el tiempo pasase sin yo interferir ni un ápice del mismo, no sería yo dueño de mis sueños y como cual niña dicen ser, “no duermo, porque vivo soñando”

Una vez escuche decir que pensar es el precio a la indecisión, yo tiendo a organizar cada momento que vivo, quizás dude, pero es mi manera de sobrellevar mi tiempo.

Muchas veces no me siento feliz, aunque lo parezca e intente, incluso, creérmelo. Y aunque me autoconvenza de que es la mejor opción, río cuando mi alma llora.

Necesito algo nuevo a lo que aferrarme, necesito tener responsabilidad por algo, necesito tener que cuidar los detalles, buscar de mi atipicidad la normalidad, llenar de amor cada cosa que emprendo… no necesito que la gente me de para yo sentirme plena, soy feliz con mis defectos, con mis errores, con mi manera de ser niña y afrontar mis propios temores, no rehuyo de las críticas si no de aquellas que no son para nada constructivas y que su único aliciente es hacer daño.

Necesito darme cuenta que de mi felicidad no se agarra a ti, que hay amores que matan y otros que incluso matarían por amor, que hay sentimientos que se contraponen y carácteres muy opuestos que en un principio se atraen y acaban por repelerse, odio el tener que volver a empezar, el darme cuenta de que hay sentimientos que no son bidireccionales, aunque me pese.

Cómo duele el engaño y cómo la hipocresía se ceba contigo en momentos de debilidad. Ni contigo ni sin ti, aunque hiera "la ausencia" dice un refrán que: “Más vale solo que mal acompañado” y en base a ello, más bien sin ti.

Y duele. Duele darse cuenta de que no formas parte de mi felicidad, o puede que sí, lo bueno de esta vida es que aunque errar es la mayor opción, rectificar se ha convertido en un deber…se te estremece el alma cuando por inocencia entregas amor y el tiempo te devuelve indiferencia, te reprochas el que no fuese lo que necesitases o aún peor no ser yo quien necesites para sentirte feliz y que por fuerza buscases que ello cuajase, _ disimulas.

Y muchas veces ocurre, ofreces todo y no recibes nada. Y a veces hasta me siento egoísta, claro que recibo, he aprendido a sobrellevar mis rabietas y mis vacíos, cada cual aporta a su manera y no debo de ser yo quien cuestione ello.

Y muchas veces el silencio me aterroriza y desearía correr hasta la calle y gritar, he soñado mil veces con que el mundo se hiciera eco de mis palabras, pero vence mi mudez, ojalá supiese, gritar hasta desgarrar el aire, hasta que mi voz ya no sea capaz a salir de mi

SUEÑAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

0 comentarios:

Publicar un comentario

Bueno dejar vuestra firma...

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio