Y SI NO FUERA POR ELLA

Ahora recuerdo la nostalgia que sentí, cuando emprendí el viaje que significaría la “huída a mi nuevo mundo”.
Eran las 18:00 P.M, el avión elevó sus alas e irónicamente sentí que no podía volar. Durante unos segundos deseé que el tiempo se detuviese y, así, dejar de existir, no ser yo, ni siquiera sentir un ápice de tristeza, ni un aliento desolado. Cerraba los ojos con la esperanza de que mi angustia se apaciguase entre las nubes.
Comienza mi trágico destino tras un penoso camino.
Estoy frente al espejo y veo en él alguien reflejado, quizás sea una pesadilla y en mis deseos más profundos realmente haya anhelado que así lo fuese, pero no lo es.
No puedo engañarme, la cruel realidad no se esconde, esa imagen reflejada no es más que mí odiada silueta.
Pero… comencemos desde el principio.
Estamos en pleno mes de abril, eran las 12: 00 de la mañana y un día magnífico se asomaba tras la ventana de “mi piso”. Como decía, piso compartido en plena ciudad universitaria, colma parte de mis sueños, o lo que antes lo eran, independencia, madurez, formación…
Oigo como mi hermana desde el salón, ríe y entre risas me grita ¡Vamos de tiendas!, pero como podía preverse, en esos tiempos rechazaría su invitación y con la excusa más comúnmente empleada, “no tengo ganas, voy a estudiar”, posiblemente, tal contestación se podría esperar de la típica novata estudiante de derecho y por tanto dicha reacción no diera cabida a crear alguna sospecha.
Primer paso: Encerrarse en si misma.
Y así fue, como los días de mi vida transcurrieron en aquellas cuatro paredes, que cada vez más se me iban haciendo más y más pequeñas y en donde la única tentación eran los libros. Ensimismada en mi mundo me sentía, cada vez más a gusto y paralelamente a este sentimiento me hallaba, así mismo, desesperada ante la convivencia social, ya no era capaz de mantener una relación con alguien ni tan siquiera de palabra.
Empecé a cambiar paulatinamente hábitos, en apariencia insignificantes, la forma de vestir, de actuar, de pensar, cambié mi forma de vida hasta tal punto de dejar atrás a mis amigos, a mi familia. Aprendí lo que era la sonrisa fingida, a no sentirme segura ni tan siquiera de mi misma.
Comencé a tener otra perspectiva del mundo exterior y del por qué mi mundo interior se había transformado.
Simpática, risueña, dinámica, cariñosa… de aquella chica poco o nada quedaba, sus ojos se nublaban y sus temores la invadían disminuyendo sus pocas ganas de vivir.
Antisocial, esquiva… dejé obsoleta mi sonrisa, destruí mis sueños y mi forma de ser y pensar cambiaron. Dejé de creer en mí y de existir.
Segundo paso: obsesión.
Mi mundo se redujo a una cosa “la comida”, evitar comer. Comer significa debilidad, comer significa no tener fuerzas de voluntad, comer significa renunciar a tus sueños.
Los días pasaban y mis fuerzas decaían. La mentira se convirtió en mi aliada, el refugio de mi salida… “hoy ya comí” solía decir, cuando en realidad mi estómago hablaba a gritos. Drásticamente el desayuno se convirtió en una actividad indiferente así como la comida cuando circunstancialmente no podía evitarla, por haber quedado a comer con alguien…
Era un menú escaso, tipo acelgas o espinacas con champiñones y una manzana. Pero tenía que resultar suficiente para el resto del día ya que indiscutiblemente de cenar ni hablar.
Esa era mi vida alimenticia, una comida por día, si es que aquellas cosas verdes podían llamarse comida, pero a su vez, también eran las culpables de mi angustia, un bocado de ese mero sustento significaría un paso atrás en mi batalla y me castigaba duramente.
Transcurrió así un largo período de mi vida adolescente, en el cual experimenté muchos cambios, mi físico mejoró. Aquella desdichada imagen desapareció y la que ahora se mostraba me sonríe.
Tercer paso: Engaño.
Y así sigue mi vida, la misma rutina, pero ahora el mundo estaba del revés, no lograba concentrarme, sentía como si mi cabeza no diera más de si. Suena el despertador y comienza la lucha diaria, “no al desayuno”, bajo las escaleras que me llevan a la cocina intentando esquivar cualquier tentativa y si se diese… no gracias, desayuno fuera, ( si, como si fuese a desayunar, hablaba mi cabeza), tres horas interminables de charlas educativas, las mismas palabras unas tras otras mientras yo a expensas de lo que el tutor comentase, solo conseguía oír como en mi interior retumbaba mis incesantes comederas de cabeza, ¿comeré hoy?, y si tengo que comer que es lo menos que engorda, y si… y si…¡No acababan nunca!
Me convencí a mi misma de que adelgazar era equivalente a estar guapa y esto era igual a felicidad y por tanto, si fallaba en mi objetivo renunciaba a ser feliz. Y a pesar de todo lo que había vivido, no me daba cuenta de que por mucho que baje de peso, nunca estaré lo suficientemente delgada como para decir ya basta, siempre querré más y me exigiré más cada día y me reprocharé el no lograr mis metas.
Plan de adelgazar:
Desayuno: nada
Comida Light: (elige una opción)
Acelgas y champiñones
Ensalada y 2 palitos de cangrejo
Zanahorias guisadas y un trozo de queso
Revuelto de pimientos y una salchicha de pavo
Agua + manzana
Cena: evitarla y en circunstancias un yogur desnatado.
Escalofriante, pero eso no era todo, mis remordimientos acabaron consumiéndome, haciéndome sentir culpable, un poco de ejercicio no viene mal, caminar media hora diaria, hacer cien abdominales…
Dos meses de mi vida, castigándome voluntariamente, aunque también inconscientemente, fueron las bases que me dieron la fugaz felicidad y digo fugaz porque fue tan pasajera como una lluvia en pleno agosto. Mi cuerpo se sintió bien y mis ojos se reconocieron por primera vez en mucho tiempo, mis ganas de sonreír vieron la luz. Era feliz, no solo me sentía guapa si no que lo era, estaba convencida de mí, belleza era lo imprescindible para el éxito y yo me sentía bella y consecuentemente mis sueños tenían que hacerse realidad.
Una efímera ilusión, creada en mi mundo, tanto es así que no me daba cuenta de lo que pasaba a mí alrededor, mi familia, mis amigos, sus temores, sus preocupaciones…
Pero por qué insisten, yo controlo, no estoy enferma, no me gusta esa palabra, déjenme ser feliz.
Salgo de la ducha envuelta en una toalla que cubre mi casi perfecto cuerpo y observo en mi hermana, como sus ojos expresaban lamento, aún recuerdo lo que me dijo aquella vez: “no te puedo ver, no eres ni la mitad de mi”. Subí las escaleras que llevaban a mi cuarto y me puse aquellos pantalones que me había comprado hace unos tres años y que por entonces me quedaban tan justos que el aliento se me cortaba, pero a diferencia de entonces, ahora eran dos tallas más de la mía. Mi reacción fue una mezcla de asombro y orgullo.
Mi hermana me repetía siempre lo mismo una y otra vez, te engañas a ti misma, juegas con tu salud, necesitas ayuda, no puedo más con esto. Y yo, seguía sin darme cuenta.
Se presentaron mis padres para felicitarme el esperadísimo día de mi cumpleaños, tocaron la puerta de mi cuarto y entraron, pero vi como mi padre cohibido se quedó en la puerta, sin decir nada, tardó en reaccionar… entraron y me dieron un beso. Me costó levantarme, estaba decaída, con faltas de fuerzas, no comía en condiciones, para ser sinceros no comía. Ante su impotencia y su deber como padres me reclamaron, me exigieron, me suplicaron e intentaron dialogar pero yo no concibo sus palabras, no puedo entenderlas, estoy bien les digo.
Para calmar sus inquietudes marché unos días con ellos, de vuelta a mi hogar, en donde transcurrieron los días más aterradores para mí; desayuno comida y cena. Mi estómago se había encogido de tal manera que no aceptaba tanto sustento. Físicamente había conseguido mi objetivo, pero seguía maquinando en mi interior, la próxima semana dos kilos menos, la otra uno menos, más ligera, más guapa.
De regreso a mi mundo, transcurrieron dos semanas después y consigo mi victoria, la cita con la báscula. 52 kilos exactos incluida la ropa ello supondría restarle un kilo demás esto quiere decir… ¡Bien! Esta noche me como una chocolatina, dulce placer. Y mañana lo compenso. 52 kilos para una chica de estructura media y 1.64 de altura es muy poco peso para mi constitución., según lo que dice el papelito que desprendió la báscula, pero yo estoy contenta.
Me sentí genial, pero hay algo que no cuadraba, yo era feliz, realmente feliz y mi familia no, acaso no desean mi felicidad… me sentía cada vez mejor físicamente, pero era de ver que anímicamente estaba mal, síntomas como caída del cabello, anemia, mal aliento, uñas violetas, pérdida del calor corporal, desregulación del periodo menstrual… y estas eran algunas de los innumerables trastornos que padecí. Quizás por miedo, no sé lo que fue pero por primera vez reaccioné.
Resultaba imposible, si tan bien me encontraba por qué me sucedían tantas cosas malas, si estaba tan bien por qué mi familia, que eran los que más miraban por mis intereses no se alegraban. Son muchas preguntas y una sola respuesta, estaba mal y necesitaba ayuda. Pero no era tan fuerte como para pedirla, lloraba y me sentía agobiada, sumisa en mi mundo, acarreando con mis temores y con mi belleza frustrada. Me ahogaba en mis dudas.
Cuarto Paso: Errores.
Cuando un enfermo no tiene razón de si, o no es apto para valerse por su cuenta, por demencia o alguna razón que justifique su incapacidad, un adulto que se haga responsable debe de velar por él y es entonces cuando mi familia aprovecha la oportunidad y deciden llevarme de vuelta a casa, se acabó los estudios, ya los retomarás dijeron, lo primero es tu salud. Un verano entero por delante, cita con psicólogos…
Parece que las cosas se calman.
Como comer sano sin saltarse las comidas, hacer cinco comidas diarias, un buen desayuno, una comida completa, no tiene porque ser todo grasiento, pero también tu organismo pide grasas complejas, cena e intenta hacer una merienda, alguna frutita… Estos fueron algunos de los consejos que me impuso el psicólogo tras incesantes silencios un tanto incómodos. Como pretendían que le contase a un extraño lo que sentía, lo que me pasaba, si ni tan si quiera yo lo comprendía, si tan si quiera he conseguido sincerarme con mi hermana. Hablo de mi hermana porque es quien peor lo vivió, la que en mi vida lo ha significado todo. Si la nombro a ella con más apego es porque odio verla mal y yo le hice llorar, si la nombro es porque a pesar de que mi familia estuvo y está incondicionalmente, fue mi hermana la que día a día vivió mi tormento y a la que más a su manera he visto sufrir, se que todos sufrieron y su dolor son la causa de mi angustia, porque ellos para mi, lo son todo. No es justo que la persona que realmente te quiere sea una de las personas que más te haga llorar y a mi familia y sobretodo a mi hermana, le pido perdón.
A pesar de no estar muy segura de mí, lo volví a intentar.
Segundo curso de carrera, nuevo piso, nuevas compañías, ya no estaba tan cerrada en mi misma.
Son las nueve de la mañana suena el despertador y camino rumbo a clases después de haber desayunado. Ella me esperaba cada día a la hora de comer y por las noches, cenábamos todos juntos, así pasó un mes y todos los días procuraba realizar el mismo camino, la misma ruta para no perderme y volver a casa.
Aún así caí de nuevo, lo confieso. Unos meses después y con esmero, aquellos síntomas que me atormentaron iban desapareciendo. Podía coger una raqueta de tenis y correr hacia la pelota, golpearla y sentir como la fuerza del impacto se proyectaba en mis brazos, me sentía plena, eufórica y libre. Como si yo fuese aquella pelota, pequeña, en un mundo tan grande, pero al mismo tiempo fuerte y constante. Aunque a simple vista, resulte algo un tanto insignificante, para mi no lo era, pues mi vida era todo lo contrario a lo que pudiera ser sencillo o simple, y el tenis era algo en lo que poder refugiarme. Pero remontándome a esos meses en los que mi vida era un suplicio, recuerdo como ni siquiera era capaz de mantenerme en pie con la raqueta en la mano y en mis sueños quizás podía golpearla y verla avanzar, pero hablaríamos de sueños. Recuerdo las ganas que tuve de volver a jugar al tenis, de buscar ansiosamente la gorra para protegerme del sol, atarme bien los cordones… parecía una tenista, esperando un partido que de antemano sabía que iba a ganar, a pesar de mis ilusiones, éstas se vieron frustradas, al no sentir fuerzas ni tan si quiera para correr detrás de la pelota y mucho menos para poder golpearla, tuve que dejarlo y lloré, recuerdo que lloré y mucho. Por eso mismo ahora me sentía más fuerte, capaz de jugar, capaz de estudiar, de relacionarme, pero volví a mirarme en el espejo y a odiarme.
Quinto Paso: Errores.
No quería volver a tener que pasar por lo mismo, la lucha constante de la comida, los reproches… tenía que buscar una solución rápida y efectiva.
Comienza un nuevo período, el cual resumiré por lo difícil y duro que se me hace recordar. Una comida significaba más grasa, un vómito equivaldría a digerir ningún alimento y por lo tanto, no engordar. Así transcurrieron casi dos meses más de mi tortura.
Sospechas de mi hermana, y fue por ella que al día de hoy tras año y poco tengo consulta en psiquiatría. De anorexia a bulimia, enfermedades comunes en tanto a que las dos tienen que ver con el llamado “trastorno alimenticio”. Lo que antes no comía, ahora lo digería pero lo expulsaba.
Después de la cita con el psiquiatra y haber hecho mi promesa, los vómitos dejaron de ser protagonistas en esta turbia historia y aunque lógicamente mi palabra no tenía mucho valor por tantas mentiras, “no he vuelto a vomitar” y si de algo estoy orgullosa es de eso, porque aunque digan que lo hago aposta, que hago sufrir a los demás, que soy una débil, aquellos que se han dirigido a mi sabiendo lo que pasó no les reprocho sus palabras, pero no soy débil, porque si eso es ser cobarde he de decir que esto es muy duro, que no es tan fácil el decir ya basta y mucho menos el dejarlo así como a la ligera, no se puede renegar de aquello que durante tanto tiempo se ha adueñado de tus acciones, pero si luchar contra ello y yo no perdí nunca la fe en mi, es muy duro y a pesar de mi esfuerzo, caía y me levantaba y volvía a caer, pero quería ser fuerte, era mi vida y quería vivirla.
Leí en revistas los efectos del té rojo, y una dieta del citado té que duraba tan solo cinco días, con sus respectivos menús pero siempre a cada comida, debía acompañarla con una taza de té, una después de cada comida para ser mas concretos. El te rojo tiene efectos adelgazantes, pero una contraindicación, provoca anemia y como me dijo mi madre tras descubrir mi locura, vas a conseguir provocarte una anemia de caballo que te dejará en el sitio. Lo hice, tomé té, ¿ya era ilógico no hacerlo no? Esta historia desde su principio ha estado repleta de barbaridades con tan sólo un objetivo. Otro método me cautivó, las pastillas, aunque no llegué a tomármelas no fue porque no lo hubiese pensado, si no porque a tiempo de hacerlo me las arrebató mi madre.
De vuelta otra vez a casa, pero esta vez en el ambiente se palpaba más dolor, más decepción y más dureza. Se acabó vivir mis años de estudiante, disfrutar de las nuevas experiencias que me podía brindar la vida, de la independencia y no podía decir que no me lo hubiese ganado a pulso.
Dos años de duras vivencias, de mal trato hacia mi familia, de inequívocos gestos, de erróneas actuaciones, dos años de mi vida tirados a la basura. Pero me confortaba el saber que estaban a mi lado, a pesar de todo lo que les hice y a pesar de todo lo que les dije, están ahí y aguantan mis cambios de humor y lloran cuando tengo ganas de llorar y ríen para hacerme reír.
Sexto Paso: Aceptación.
A pesar de cometer hoy día mil errores, de algo me convencí, “nadie es perfecto”, no puedo buscar eternamente la perfección en mí porque de ese modo nunca tendré tiempo para dedicarlo a ser feliz, tengo que aprender a aceptarme con mis mil y un defectos y con mis virtudes.
Fueron seis meses perdida, sin hacer nada, sin sentirme útil, sin saber quién era, ni que hacer con mi vida, muchos días para reflexionar y muy pocos en los que poder hacer. Pero realmente eso días han sido necesarios, no podía dedicarme hacer cosas, cuando ni siquiera yo estaba lista, tenía que reponerme, que fortalecerme físicamente pero sobretodo interiormente. No puedo decir que lo haya logrado del todo, y tampoco creo que alguna vez logre hacerlo, porque creo que la vida es una lucha constante, un afán de superación., tú decides que quieres ser, tú decides quien quieres ser. Yo decidí vivir.
1 comentarios:
No voy a poner ningún comentario a lo que debes hacer, porque ya te lo habrán dicho miles de veces, simplemente voy a decir: "Adelante, Valiente" no todo el mundo puede confesar que tienen un problema y muy pocos escribirlo así que eres muy valiente que lo sepas :)
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